A menudo pensamos que nuestras vidas carecen de sentido, lo curioso es que nada tiene sentido sin nosotros, ni la sociedad ni los dioses. La búsqueda más noble es tratar de encontrar la divinidad, para ello los hombres han entablado una lucha contra el tiempo desde hace millones de años, actualmente está casi perdida, porque la mayoría de las personas dudan si esa divinidad puede ser alcanzada.
Pero esa divinidad ya está aquí, qué mensaje más claro de lo divino que una mujer preñada, una mujer en la espera de educar una vida y de ofrecer a alguien más todo el conocimiento adquirido por ella, eso es realmente divino. Somos nuestros propios dioses, creemos en lo que los antepasados han creído, aunque lo neguemos; el ateísmo, por ejemplo, también es una creencia de nuestros antepasados, hoy en día es una religión de la displicencia.
Quetzalcóatl en un acto de valentía descendió a las oscuras tierras del Mictlán para recuperar los huesos de los ancestros, de los primeros seres humanos, y así poder generar de nuevo la vida. Los que vivimos en el quinto sol somos descendientes de esa tradición, es decir, del sacrificio de Quetzalcóatl por los seres humanos. Algo conmovedor sin duda, los seres humanos en este caso no son perdonados por el sacrificio de una divinidad, ¡son creados! Por el sacrificio de ese ente superior.
Rescatar los huesos de los ancestros es traer nueva vida al pasado. Tal vez el mundo, corrompido, por las nuevas tradiciones necesitaba de un héroe que devolviera la consciencia de la muerte de los antepasados, esto para dar una nueva idea al sentido de la existencia. Recordar a los ancestros, es rememorar los momentos creadores de nuestra cultura. Recordar a los ancestros, es saber que aunque la materia desaparezca y se pudra vuelve a renacer con el poder de su legado divino. De las cenizas de un corazón consumido en una hoguera surgió un dios protector de la vida humana, Quetzalcóatl.
La unión de lo humano con lo divino se manifestó a través del big bang, momento en que la materia adquiere forma y transforma sus posibilidades.
El bien y el mal, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, hacen surgir el mundo a partir de una mujer, provocan junto con ella una explosión cósmica; el ser humano agradecido tiene que dedicar su vida a adorarlos. En ellos mismos ha surgido una consciencia representada por esos dos extremos, el ser humano ha asistido así al nacimiento de su consciencia, porque ha reconocido al bien y al mal como factores creadores en el universo y se ha colocado en medio de ellos.
El humano debe temer al mal, no por el daño que le pueda causar, debe temer convertirse él mismo en una herramienta de dicho sentimiento. Por eso existe el bien, se contrapone de manera férrea con el mal, y a veces es imposible distinguir uno de otro cuando la guerra es el único medio de la paz. Los pueblos prehispánicos sabían de la existencia del mal, lo veían como algo necesario para la existencia del universo, pero tenían miedo de permitir que los guiara en sus acciones cotidianas; esa es la gran diferencia con el mundo moderno.
Cantemos a la vida, todos los dioses creados y por crear continuarán en la jornada del ser humano por el universo.
Pero esa divinidad ya está aquí, qué mensaje más claro de lo divino que una mujer preñada, una mujer en la espera de educar una vida y de ofrecer a alguien más todo el conocimiento adquirido por ella, eso es realmente divino. Somos nuestros propios dioses, creemos en lo que los antepasados han creído, aunque lo neguemos; el ateísmo, por ejemplo, también es una creencia de nuestros antepasados, hoy en día es una religión de la displicencia.
Quetzalcóatl en un acto de valentía descendió a las oscuras tierras del Mictlán para recuperar los huesos de los ancestros, de los primeros seres humanos, y así poder generar de nuevo la vida. Los que vivimos en el quinto sol somos descendientes de esa tradición, es decir, del sacrificio de Quetzalcóatl por los seres humanos. Algo conmovedor sin duda, los seres humanos en este caso no son perdonados por el sacrificio de una divinidad, ¡son creados! Por el sacrificio de ese ente superior.
Rescatar los huesos de los ancestros es traer nueva vida al pasado. Tal vez el mundo, corrompido, por las nuevas tradiciones necesitaba de un héroe que devolviera la consciencia de la muerte de los antepasados, esto para dar una nueva idea al sentido de la existencia. Recordar a los ancestros, es rememorar los momentos creadores de nuestra cultura. Recordar a los ancestros, es saber que aunque la materia desaparezca y se pudra vuelve a renacer con el poder de su legado divino. De las cenizas de un corazón consumido en una hoguera surgió un dios protector de la vida humana, Quetzalcóatl.
La unión de lo humano con lo divino se manifestó a través del big bang, momento en que la materia adquiere forma y transforma sus posibilidades.
El bien y el mal, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, hacen surgir el mundo a partir de una mujer, provocan junto con ella una explosión cósmica; el ser humano agradecido tiene que dedicar su vida a adorarlos. En ellos mismos ha surgido una consciencia representada por esos dos extremos, el ser humano ha asistido así al nacimiento de su consciencia, porque ha reconocido al bien y al mal como factores creadores en el universo y se ha colocado en medio de ellos.
El humano debe temer al mal, no por el daño que le pueda causar, debe temer convertirse él mismo en una herramienta de dicho sentimiento. Por eso existe el bien, se contrapone de manera férrea con el mal, y a veces es imposible distinguir uno de otro cuando la guerra es el único medio de la paz. Los pueblos prehispánicos sabían de la existencia del mal, lo veían como algo necesario para la existencia del universo, pero tenían miedo de permitir que los guiara en sus acciones cotidianas; esa es la gran diferencia con el mundo moderno.
Cantemos a la vida, todos los dioses creados y por crear continuarán en la jornada del ser humano por el universo.
Tu blog rules!!
Me parece muy interesante la linea que has seguido en tus ultimas publicaciones, el cuestionarnos acerca del futuro, el hablar de cierta incertidumbre de lo venidero, pero ya no sobre qué es lo que vendrá sino de donde vendrá éste. Coincido contigo en cuanto a lo no-lineal (o diverso, por decir lo menos) del movimiento y origen de la historia.
Sin rayar en lo tendencioso, me surge la idea del nacimiento del "mesías!" siguiendo esta linea de razonamiento... me hace pensar.
"De las cenizas de un corazón consumido en una hoguera surgió un dios protector de la vida humana..."
muchos saludos.
Kalañon
14 de noviembre de 2009, 9:38Hola, gracias por el comentario... yo tampoco me canso de esperar un mesías, es una idea liberadora de la que no podemos escapar, a mí me gusta conceptualizarlo como una “idea colectiva”…
saludos.
Güengo
18 de noviembre de 2009, 15:37