Constantemente se ha dicho que el “universo desea tomar consciencia de sí mismo” y por esa razón existimos los seres humanos, es nuestra misión darle consciencia al universo. Yo no me tomó a broma esa clase de aseveraciones. Tal vez parezca ridículo, pero pensar e imaginar es de las cosas que más disfruto, hacer esas cosas por el simple placer de hacerlas ya le da vida al universo. En el momento que yo me he identificado con el universo, ya no soy un patético ciudadano, ya no soy eso que odio ser, simple materia inconsciente.
Ahora me dirijo a un puerto en el que no hay barcos, hay estrellas. Ellas me llevan a explosiones que sucedieron millones de años atrás, y que sólo ahora puedo ver, porque sólo ahora han desembarcado en este puerto. Es obvio que tengo miedo a morir, pero me causa más temor la posibilidad de que el universo sólo haya existido una vez, y por lo tanto sólo lo haga una vez… es decir, no tengo tanto miedo a mi muerte corporal, como a la muerte eterna de la materia.
Y ahora miro ese puerto en el que siempre quiero estar, siempre quiero permanecer en él, mirar sus estrellas y viajar a esos lugares donde domina el Caos. Sería emocionante ver al sol apagarse, o admirar una colisión entre la Vía Láctea y Andrómeda, maravillas del universo que mitigarían sufrimientos personales. Quisiera trascender al pensamiento simple, a las emociones vanas, para admirar y tener conocimiento de lo que realmente tiene importancia; conocerla a ella y a él, la Tierra y el Universo.
Pero estoy en este puerto sin poder comprender la vida ni su dirección. La sencilla razón de mi existencia es trascender a un estado especial de la materia, saber lo sucedido ahora y hace millones de años en nuestra ridícula existencia. Las únicas respuestas a las preguntas que me he formulado están en las demás personas, aquellas a las que no puedo ni ver a los ojos porque las siento tan lejos de mí. Personas separadas en sus propios mundos, todos buscan respuestas pero difícilmente las ofrecen.
Seguiré aquí esperando un barco, posiblemente alguno traerá la respuesta a mis preguntas.
Ahora me dirijo a un puerto en el que no hay barcos, hay estrellas. Ellas me llevan a explosiones que sucedieron millones de años atrás, y que sólo ahora puedo ver, porque sólo ahora han desembarcado en este puerto. Es obvio que tengo miedo a morir, pero me causa más temor la posibilidad de que el universo sólo haya existido una vez, y por lo tanto sólo lo haga una vez… es decir, no tengo tanto miedo a mi muerte corporal, como a la muerte eterna de la materia.
Y ahora miro ese puerto en el que siempre quiero estar, siempre quiero permanecer en él, mirar sus estrellas y viajar a esos lugares donde domina el Caos. Sería emocionante ver al sol apagarse, o admirar una colisión entre la Vía Láctea y Andrómeda, maravillas del universo que mitigarían sufrimientos personales. Quisiera trascender al pensamiento simple, a las emociones vanas, para admirar y tener conocimiento de lo que realmente tiene importancia; conocerla a ella y a él, la Tierra y el Universo.
Pero estoy en este puerto sin poder comprender la vida ni su dirección. La sencilla razón de mi existencia es trascender a un estado especial de la materia, saber lo sucedido ahora y hace millones de años en nuestra ridícula existencia. Las únicas respuestas a las preguntas que me he formulado están en las demás personas, aquellas a las que no puedo ni ver a los ojos porque las siento tan lejos de mí. Personas separadas en sus propios mundos, todos buscan respuestas pero difícilmente las ofrecen.
Seguiré aquí esperando un barco, posiblemente alguno traerá la respuesta a mis preguntas.